Homo Mediocritus

Gloria Chávez Vásquez

En El hombre mediocre, José Ingenieros se refirió a Yago, el traidor en “Otelo”, la tragedia escrita por William Shakespeare, como a la epítome definitiva del envidioso. “El envidioso,” explica Ingenieros, “pertenece a una especie moral raquítica, mezquina; digna de compasión o de desprecio. Su coraje para ser asesino se resigna al servilismo. Por esa misma razón intenta rebajar a los demás, desesperado ante su falta de elevación.”

Cuestionado en cierta ocasión sobre el propósito de un libro sobre la mediocridad, Ingenieros contestó que se disponía a “estigmatizar las lacras morales” que se alimentaban de la rutina, la hipocresía y el servilismo. (Añadamos a esta lista, el oportunismo). Ingenieros se refería ciertamente a la mediocridad moral e intelectual que comenzaba a saturar el carácter de la sociedad del siglo XX. A esa forma de fuego fatuo de la contaminación espiritual, que se cierne sobre la existencia de los mediocres, la llamó, “Aurea Mediocritas.”

El Hombre Mediocre, es una denuncia magistral de las facciones de la persona sin ideales, responsable por la producción del fango moral en que se sume el mundo moderno: “estos individuos,” escribe, “hacen del arte un oficio, de la ciencia un comercio, de la filosofía un instrumento, de la virtud una empresa, de la caridad una fiesta, del placer un sensualismo”. Son las mentes sin evolución que ejercen cualquier tarea de la única manera que saben o pueden hacerlo: con deshonestidad y pesar del bien ajeno.” Según él, los mediocres, en su soberbia “exhiben su vulgaridad como si se tratara de un blasón nobiliario y la custodian como los avaros custodian sus riquezas.” Explica además que el mediocre es un individuo que insiste en jactarse de su deficiencia y en encontrar defectos en los demás porque le duele reconocer la virtud en las personas que envidian.

“La ignorancia es el verdugo de los envidiosos” postula Ingenieros añadiendo que ante su falta de educación y principios éticos, esta antítesis del homo sapiens se niega a reconocer que el ser humano vale por su saber. Por ese motivo le resulta casi imposible aceptar que la cultura es la más honda fuente de la virtud”. Intentar estudiar o aprender, por lo tanto, sería una pérdida de tiempo para mediocritus porque sospecha acaso la esterilidad de su esfuerzo.”

Hablando de los críticos paranoicos a quienes motiva la envidia visceral, Ingenieros escribe que “Prefieren confiar en su ignorancia para adivinarlo todo. Basta que un juicio sea inverosímil para que lo acepten y lo difundan. Pueblan su memoria con máximas de almanaque y las resucitan de tiempo en tiempo como si fueran sentencias” todo con tal de apabullar a su víctima de turno.

Consciente del daño que representa la mediocridad en la información, el sociólogo argentino enjuicia el amarillismo, que no sabe distinguir entre los simples hechos del chime y la difamación, o que ahogados al fin en su “aurea mediocrita” “confunden ideales con preocupaciones superficiales”. A subproductos de esa categoría califica de “simple rutina embotellada, parodias de razón, opiniones sin juicio.”

Hijo de un inmigrante italiano, José Ingenieros nace en Buenos Aires (1877). Su temprano conocimiento de las corrientes filosóficas europeas de fines del siglo XIX, influye notablemente en su contribución a la formación de la nueva sociología argentina. Al morir, en 1925, deja un rico legado al pensamiento de América Latina: Psicopatología en el arte (1902); La simulación en la locura (1903); La simulación en la lucha por la vida (1905); El hombre mediocre(1913); Ciencias y Educación(1920) entre otros.

Su lenguaje está lleno de alegorías, ironías y metáforas de los que se valió para describir las características de los vicios extremos en el ser humano. “La vulgaridad,” decía, “es el aguafuerte de la mediocridad”.

Aparte de una maravillosa obra literaria y filosófica, José Ingenieros contribuyó a establecer las bases de la criminología, la sociología, y la siquiatría en su país. Se le considera además como el introductor del Positivismo en la Argentina, aun cuando algunos academistas lo disputan, aludiendo a su proyección científica (reconocedora de las aberraciones en el carácter humano) y su negación de los postulados rigurosamente positivistas que le llevaron a rechazar ulteriormente esa doctrina.

José Ingenieros fue uno de los primeros intelectuales latinoamericanos en utilizar el método científico en sus estudios acerca del engranaje de la sicología iberoamericana así como la relación que existe entre el subdesarrollo que afecta a nuestras sociedades y esa forma de mediocridad humana que la anima: La envidia.